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domingo, septiembre 17, 2017

Galería / Harry Dean Stanton

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MARIO ANZUONI
Harry Dean Stanton en febrero de 2006. (Foto: Mario Anzuoni)

C iudad Juárez, Chihuahua. 16 de septiembre de 2017. (RanchoNEWS).- «Sus brazos estaban ardiendo, se lanzó fuera y rodó sobre el suelo mojado. Luego corrió. Nunca miró atrás hacia el fuego. Solo corrió. Corrió hasta que el Sol salió, y no pudo correr más. Cuando el Sol se ocultó, corrió otra vez. Durante cinco días corrió así, hasta que todo signo humano desapareció». Harry Dean Stanton ha fallecido y con su muerte no solo se apaga la vida de un actor con más de seis décadas de carrera, sino también una manera de encarar los personajes desvalidos, de mostrar en el cine la quintaesencia del estadounidense, de transmitir un dolor al espectador como muy pocos lo han logrado en pantalla. Se va un compañero de aventuras de Martin Scorsese, de Sam Peckinpah y Sam Shepard, se va el hermano artístico de David Lynch, el amigo de Bob Dylan y Jack Nicholson… Pero sobre todo desaparece el hombre que dio vida a Travis, protagonista de París, Texas, de Wim Wenders, la película sobre la desolación amorosa a la que pertenecen las frases anteriores, y una de las obras maestras por las que algunos amamos el cine. Gregorio Belinchón escribe para El País

Harry Dean Stanton murió el viernes en Los Ángeles a los 91 años, terminada justo la emisión de la tercera temporada de Twin Peaks, y cuando empezaba la promoción de Lucky, el filme dirigido por otro gran actor, John Carroll Lynch, que podía llevarle hacia su merecido, aunque según sus palabras poco ansiado, Oscar. En el documental Harry Dean Stanton: Partly Fiction (2012), sobre la carrera de un intérprete admirado y querido, que para muchos devino en epítome de lo cool, David Lynch preguntó a Stanton cómo le gustaría que fuera recordado. «Me da igual», respondía. Como decía Sam Shepard, autor del guion de París, Texas, fallecido hace menos de dos meses, en ese documental, «es uno de esos actores que sabe que su rostro es parte de la historia». El crítico Roger Ebert escribió que solo dos actores garantizaban con su presencia que la película no fuera mala: Stanton y M. Emmet Walsh. Y lo bautizó como la regla Stanton Walsh.

Nadie hace seis décadas hubiera pensado que Stanton sería un actor de carrera tan larga y exitosa. Hijo de un agricultor de tabaco, Harry Dean Stanton nació en Irvine, un pueblecito de Kentucky, en 1926. Durante la Segunda Guerra Mundial, sirvió en la Armada, y al volver a casa estudió Interpretación en la Universidad de Kentucky. Tras tres años, decidió mudarse a Los Ángeles y prosiguió su formación en la Pasadena Playhouse.

En 1954 apareció por primera vez en pantalla, en un episodio de la serie Inner Sanctum, y en 1957 debutó en el cine con Tomahawak Trail, un western para mayor gloria de Chuck Connors. Durante 20 años Stanton se convirtió en un rostro habitual de este género, que le aprisionó. Pero las nuevas generaciones de directores, y algunos de los grandes outsiders de Hollywood supieron ver más allá de su habitual languidez. Y empezó a aparecer en grandes títulos y a ser dirigido por Francis Ford Coppola en El Padrino II y Corazonada; por Wim Wenders en París, Texas; por Sam Peckinpah en Pat Garrett y Billy The Kid; por Martin Scorsese en La última tentación de Cristo, o por Ridley Scott en Alien. Caso aparte fue su colaboración con Lynch, tanto en cine (Corazón salvaje, The Straight Story, Inland Empire) como en televisión con Twin Peaks.

Al principio de su carrera, y en alguna entrevista a mediados de los ochenta, Harry Dean Stanton confesaba cierto dolor por no ser estrella, algo que sus amigos sí iban logrando. Como Jack Nicholson, que una vez le aconsejó «Deja que el vestuario haga su trabajo y solo sé tú mismo», Peter Fonda o Dennis Hopper. Stanton bromeaba que los roles más populares de Hopper habían sido rechazados por él (Terciopelo Azul y Hoosiers, más que ídolos). Una de las aficiones de Nicholson en sus rodajes fue escribir las siglas H.D.S. en homenaje a su amigo en los decorados.

Stanton participó en más de 70 películas y otras tantas series. La primera vez que cantó -tres temas- fue en La leyenda del indomable (1967), junto a Paul Newman. Más tarde formó la Harry Dean Stanton Band, en la que interpretaba rock, blues, jazz y canciones tex-mex por clubs de Los Ángeles. Con las canciones que entonaba en el documental Harry Dean Stanton: Partly Fiction se publicó un álbum homónimo.

Y aún quedan títulos de Stanton por recordar: Los violentos de Kelly, Donde florecen los lirios, Sangre sabia, La rosa, Amanecer rojo, La chica de rosa (sí, también paso por el universo de John Hughes), Missouri, Libertad condicional, La muerte en directo, Atrapada entre dos hombres, La milla verde, Repo-Man, Miedo y asco en Las Vegas, El juramento, y ya en el siglo XXI, Alpha Dog, Los vengadores (maravilloso pequeño papel), la serie Big Love, Siete psicópatas y su ya mencionada reaparición en Twin Peaks.

En un comunicado, Lynch ha asegurado: «El gran Harry Dean Stanton nos ha dejado. No hay nadie como Harry Dean. Todo el mundo le quería, y con razón. Era un actor (más que grande) y un gran ser humano. Era maravilloso estar a su lado. ¡Te echaremos de menos!».

Para esos momentos de dolor por la ausencia, siempre quedará París, Texas. Protagonizada por Stanton a sus 58 años, el actor supo transmitir la angustia, la soledad del personaje escrito por Shepard; transformar su rostro y mimetizarlo con el paisaje de absoluta desolación del desierto de Texas. La agonía hecha cine.


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